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OLEGARIO DE BARCELONA EN VENEZUELA 325 gar parroquias, pese a que ellos no venían para eso. Y el único intento serio por entrar entre indígenas y vivir en fraternidad, llevado a cabo en el Estado Apure por el P. Esteban de Adoáin y otro cofrade capuchino, fracasa. El fracaso es debido a que se ponen a favor de los indí~enas contra los criollos ábusadores y éstos les hacen la vida imposible; al debilitamiento físico de los frailes; y, sobre todo, a la falta de apoyo por parte de la autoridad eclesiástica. Así se lo recri– minará el P. Fermín de Alcaraz -Comisario General de los Capuchi– nos- al arzobispo de Caracas en carta que le escribe el 14 de enero de 1844. Los capuchinos no se dan por vencidos. Si la ley les prohíbe llevar una «vida religiosa en comunidad», 18 jurídicamente hablando, hay que buscar el modo de salvar esa «vivencia_». Hay que.buscar algo que remedie, al menos en parte, ese mal y que mantenga esa -vivencia fraterna. Es entonces cuando el P. Ramón de Murieta pide al arzo– bispo de Caracas -Ignacio Fernández Peña--,, que le conceda el Oratorio de San Felipe Neri -que era un lugar amplio y que por ese entonces sólo había un capellán- a -fin >de ·poder alojarse allí él y sus religiosos capuchinos que están en Caracas, en lugar de tener éstos que estar viviendo en casas particulares y dando molestias. Además se evitarían las habladurías y susceptibles sospechas a que están sometidos los religiosos viviendo en .casas particulares, y que va en perjuicio del apostolado para con sus fieles. El arzobispo accede y se lo entrega el 10 de marzo de 1847. Sin embargo, deja bien en claro el arzobispo, que esta manera de vivir «en manera alguna se entienda que se instituye comunidad, ni se exonera a los que allí habiten de la inmediata dependencia del Ordinario». 19 En los años 1848 y 1849 llegaron a vivir allí hasta 11 capuchinos. 20 Pero este grupo tan numeroso no se mantuvo por mucho tiempo, ya que algunos se enfermaron, otros se fueron a otros países -en gran parte por pre– sión del Gobierno venezolano-, y a otros se les encargó parroquias 18. Se dice respecto a los capuchinos venidos en 1842 y años siguientes: «Erales sobre– manera desagradable tener que vivir separados y en cas.as particul¡lres, -pues como buenos religiosos deseaban la vida de comunidad que lleva consigo ven~ajas ,, de todo género. A no existir en Venezuela la prohibición de establecer conventos; sin 'duda· que 'hubieran fundado en Caracas una residencia franciscana»: Cayetano de CARROCERA, o. c., p. 66. 19 Ibid., p. 68. 20. En dicho Oratorio de San Felipe Neri -fundado en 1771 y perteneciente a la Con– gregación del Oratorio de presbíteros seculares- en los años· 1848 y 184~ se juntaron los capuchinos: Ramón de Murieta (superior), Antonio de G~ldácano, Fernando de Logroño, Juan de Ayegui, Julián de ·M.• de Hernani, Miguel A. de Valdepeñas, Manuel M.' de Aguilar, Guillermo de Ugar, Esteban de Adoáin, Diego de Villalonso, y el hermano lego .Francisco de Zay. Los que más -tiempo permm,ecieron alll fueron los Padres Valdepeiías y Logroño (éste se cnrnentrn ya en Puerto Rico).

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