BCCPAM000160-1,5p1992P313d000

324 JESÚS DE LA TORRE l por alto otro clarividente testimonio de Mons. Nicolás Eugenio Na– varro, que sin duda conoció de cerca al P. Olegario y que en ocasio– nes fue a ayudarlo a la iglesia de la Divina Pastora: «La compasión del Padre Olegario para con los pobres fue ejemplarísima; la prácti– ca de la virtud de la pobreza fue para él una religión inviolable, y por eso el dinero no hacía sino pasar por sus manos para llegar a las del pobre. La porción indigente de Caracas lo sabía, por lo cual acudía de continuo a él para que la remediase, y lo sabían también los privilegiados de la fortuna, por lo que se llegaban asimismo al venerable anciano para depositar en sus manos la ofrenda de su riqueza a fin de que tuviera la satisfacción de distribuirla entre sus queridos pobres. Porque era tanta la pasión que el Padre Olegario tenía por dar, que nada le afligía tanto como el carecer de fondos para sus limosnas». 16 Resalta en todo; junto a la pobreza solidaria para con los pobres, la excelsitud de «la caridad cristiana» -la reina de los carismas-. Caridad que no excluye a nadie, pero que si tiene sus preferidos, por– que su situación así lo requiere: son los menores de su soledad. Esto le llevó a fundar dos asilos dentro de la zona de La Pastora, para pobres y menesterosos, uno para mujeres -en la casa del Asilo del Aveledo-, y otro para hombres -en edificio enfrente del anterior-. Junto a los pobres están los enfermos. Los atiende y conforme espi– ritualmente, con su presencia y su palabra.17 Así atendió por mucho tiempo el «Hospital de Caridad» -próximo a la iglesia de la Divina Pastora-; y más tarde, el 7 de octubre de 1885, será nombrado Capellán General de los Hospitales de Caracas. V. DIMENSIÓN FRATERNA RESQUEBRAJADA La vida «en fraternidad» es algo nuclear en la vida franciscano– capuchina. Francisco lo intuyó así desde el evangelio, y de la misma manera se esforzó por vivirla. Ese mismo ideal era el que traían los capuchinos que llegaron en 1842 y 1843. Su decisión de venir era con la condición de poder vivir así, y el Gobierno lo aceptó, pese a que desde 1837 estaba suprimida la vida religiosa masculina. No tardarían mucho las trabas y el comienzo de la disgregación de los frailes, impidiendo así la vida fraterna entre ellos. Se les comienza a encar- 16. Testimonio recogido en Cayetano de CARROCERA, o. c., p. 108. 17. «Su porte es signo de paz. Sus modales anuncian el tesoro de caridad que guarda, y de cuyas riquezas hace a todos partícipes sin cesar. Su afán es el eterno resplandor de la CAUSA DE DIOS. Su fausto, la más alta pobreza. Su destino, la salvación de las almas»: Periódico La Religión (Caracas), 6 de octubre de 1900.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz