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OLEGARIO DE BARCELONA EN VENEZUELA 323 en la fragua del convento, hizo suya esta Patria nuestra, y dio a ella todo su fervor apostólico, y toda su actividad y energía, y no se pro– curó descanso sino en el lecho de la muerte». 13 Ciertamente que Olegario de Barcelona no fue, ni con mucho, el único capuchino que amó a los venezolanos y que se quedó en esta tierra, pese a las dificultades que las autoridades civiles y eclesiás– ticas pusieron a los capuchinos venidos en la década del cuarenta del siglo pasado. Bástenos citar algunos frailes y obras que éstos hicieron: Gaspar de los Arcos que construyó en Maiquetia la casa y la iglesia; Manuel M.ª de Aguilar construyó la casa e iglesia de Antímano (Caracas); José de Masauri en Petare, donde tuvo hasta teatro; Nicolás de Odena en Cantaura; Esteban de Barcelona cons– truyó la iglesia de la Candelaria (Caracas); y Simeón de Villafranca rehizo la de San Francisco de Valencia. Capuchinos con grandes dotes oratorias fueron el P. Arcángel de Tarragona, y Valentín de San Juan de las Abadesas. Y en Cúa fray Blas de Ginés. 14 JV. «YA MI FORTUNA ESTÁ HECHA» Fray Olegario de Barcelona tenía además de un porte majestuoso y patriarcal, una voz potente y armoniosa. Eran muchos los aplausos que recibía, y no le faltaron proposiones para dedicarse por com– pleto a la vida artística y abandonar· la ·vida religiosa. A lo cual respondía él, mostrando su burdo sayal que le cubría: «Mi fortuna ya está hecha». Es una persona que vive profundamente su carisma capuchino. La austeridad, vivir pobremente y con lo mínimo necesario, será una de las notas características de este fraile. Esa pobreza-austeridad no era para ahorrar bienes para sí, a fin de asegurarse la vida para cuando las :!\;-;nas le decayeran, sino para seguir más de cerca a Jesús que tuvo predilección por los pobres, de ahí que Olegario también tuviera una «preocupación y ocupación tan esmerada para con los pobres». He aquí unas palabras bien claras de un testigo: «Llevaba la más sencilla vida que puede concebirse. Aquel varón se había penetrado del espíritu de la Orden franciscana a que pertene– cía, y se hizo pobre para darlo todo a los mendigos, ya en el orden de las necesidades temporales, ya en otra mendicidad más terrible aún -la del alma- que busca consuelo a sus penas, enseñanzas y consejos que los aparten de los extravíos». 15 No pudiéramos pasar 13. Periódico La Religión (Caracas), 4 de octubre de 1900. 14. Cf. Cayetano de CARROCERA, o. c., pp. 70-71. 15. Periódico La Religión (Caracas), 4 de octubre de 1900.
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