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142 hubiese de cementerio, de cuya suma, y nada mas, debia dar conocimiento el Obispo al vice-real Patrono, conforme lo mandaba‘una real érden de 1866. Y estoy tan enterado de este particular, que no temo desafiar 4 todo jurisconsulto 4 que me cite una ley, una real cé- dula 6 una real érden que prescriba sobre la materia mas que lo dicho: (1). Se advierte, como cosa muy palmaria, cua! venia 4 ser la situacion de un Obispo, en vista de las nuevas ' atribuciones dadas por el Gobierno al Gobernador supe- rior civil, no delegado, por cierto, de aquellos here— deros y sucesores legitimos , de aquellos 4 quienes Alejandro IV clara y espresamente concedié el patro— nato, pero ni un Apice siquiera de jurisdiccion espiri- tual. Si el Capitan general era Vicario del Papa y su Delegado, estaba de mas el Obispo; si aquel es superior (1). Justo es decir sobre este particular algo que esclarezca las co- ‘sas: la institucion de un administrador del cementerio era mi 5 pues se hizo en 1857 bajo una nueva forma. Como este estableci- miento habia crecido. muchisimo por haber entrado la moda de en- terrarse én nicho todo. el que tuviese algo, en menos de doce afios hubo que aumentar unos siete patios mas al tinico que habia en 1848. “Tenia el administrador el 8 por 100 al afio, durante el cual manejaba un gran caudal, y, por lotanto, este puesto era muy codiciado, Ape- nas se susurré que se retiraba el administrador 4 principios de 1866, fueron tantos los empefios que se me hicieron para ese cargo, que me vi aburrido, y, para descartarme de todos, determiné que fuese el ad- ministrador un racionero de mi catedral, y asf lo verifiqué. En 1868 fue quitado este administrador por la autoridad superior civil, que no quiso oir las representaciones de mi Gobernador eclesidstico, Al regresar yo en enero de 1869, todo el mundo ioe que yo debia despedir al nom- brado; y, en efecto, materialmente llovieron los empeiios para ser ad- ministrador del cementerio: habia médicos, habia gente de comercio; hasta hubo un magistrado ceSante que tambien lo pretendié. Estuve meditando mucho sobre ese asunto: mi alma se estremecia con la sola idea de que se creyese que con el manejo de los fondos sagrados del cementerio se pudiese lucrar. Para arrancar esa idea de raiz, determiné suprimir el puesto de administrador, sustituyéndolo con un contador- tesorero: le sefialé 5,000 pesos al aio, con la obligacion de entregar cada semana los fondos , despues de pagar lo que ocurriese: debia yo darle un recibo semanal, convirtiendo los semanales en uno total cada mes, el cual le serviria al fin del afio para comprobante en car- go: no hay para qué decir que los resultados han sido brillantes. Todo esto lo puse en conocimiento del Gobernador superior civil, para se- guir la armonia mutua en todas las cosas. :

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