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134 400 ejemplares. Los sectarios son , en verdad, hombres: de mucha habilidad , pues no podian echar mano de un _ medio mas 4 propésito para lograr su fin. Era este que yo me acobardase y me retirase con el general, pues su palabra de consigna era esta: Con é] vino, con el se irda. Pero dése 4 cada uno su honor: los voluntarios no eran los que lo decian. No dejaron de conmoverse algunos: cuerpos: no faltaron entre ellos algunos pocos que in— tentaron venir 4 dar una cencerrada al Obispo; pero sus. respectivos jefes los apaciguaron, y hasta por espacio- de cuatro 6 seis noches se les vid andar de tres en tres: y en grupo mayor alrededor de mi morada_ hasta las. once dé la noche, para evitar cualquier desman. _Ninguno de mis fieles, ni voluntario ni no volunta- rio, me falté al respeto en lo mas minimo; solo acontecié lo siguiente fuera de la Habana, y fue que, accediendo a. insinuaciones de amigos, y hasta 4 la del general se- gundo cabo, saliel 3 dejunio, 4 las cinco de la tarde, hacia la ciudad de Santiago de las Vegas, donde llegué 4 las nueve de la noche. Al salir de mi habitacion al siguiente dia para ir 4 la iglesia, el comisario de policia me hizo saber que los Voluntarios de la poblacion que- rian retenerme en casa en calidad de arrestado, Le con- testé con la gravedad y severidad propias del caso, y sal{ para la iglesia; y despues de oir misa, me fui en compafiia del Gobernador, que acababa de llegar de fue- ra, 4 la inmediata ciudad del Bejucal. Conocia yo bien la indole de mi pueblo, y sabia que los voluntarios no eran. capaces por si solos de cometer un atentado contra su Obispo, 4 no ser inducidos 4 ello por hombres discolos é indisciplinados. Y asi sucedié en lo de Santiago, 4 donde apenas habia legado yo, cuan- do recibieron estos un telégrama de la Habana, en el que se les decia que el Obispo habia sido arrestado por los voluntarios de la ciudad, pero que se les habia esca-
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