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133 Es lo mas facil del mundo, pues un Obispo no resiste 4 nadie.» Entre tanto, reinaba en la ciudad un silencio profundo: los voluntarios se contentaron con estar for—. mados, sin decir niuna palabra. Lo de lacabeza del Obis- po era una farsa, y quien vino 4 decirlo era un farsante que tenia inteligencias secretas con alguno que me veia 4 menudo, y llevaba sobre s{ una magnifica piel de oveja, capaz de engaiiar al mas advertido. Lo del rumor era cierto, pues no faltaron jefes de voluntarios que tu- vieron que disuadir 4 algunos de estos que se acalora- ban con ese rumor, y los disuadieron, diciéndoles que esos éran manejos de los laborantes. Pero gcémo-habian de resistir los infelices volunta- rios 4 una seduccion general que se inoculaba en los co- razones de todos? ;Cémo era posible que, constando es- tos cuerpos de muchos miles de hombres jévenes., fogo- sos , entusiastas, enardecidos, y aun persuadidos mu= chos de ellos de que habia traidores , no llegasen 4 creer que era cierto lo que ojan en sus cuerpos de guardia, lo que veian fijo en los angulos de las casas, lo que ellos po- dian leer por todas partes? A principios de junio, cuan- do el general Dulce habia resignado el mando en el se- gundo cabo, aparecié fijada en las: eernnae de varias casas la sipuionte alocucion: «Voluntarios: habeis echado de la Isla al primer in- surrecto; os falta echar al segundo: este es el Obispo, que vino 4 esta convenido con Dulce para vender la Isla 4 los insurrectos. Vosotros no debeis permitir que la planta inmunda de ese hombre contamine este suelo clasico de la lealtad: 4 culatazos debe salir de la Isla.» En estos términos , poco mas 6 menos, estaba con— cebida esta hoja; las calles aparecieron inundadas de ejemplares, desparramados por todas partes por la no- che, para que al salir 4 ellas los vecinos las encontra— sen. Los serenos recogieron, segun se me dijo, hasta
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