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a 125 radores de Cuba en general: yo los he encontrado siem- pre finos, atentos, obsequtiosos, suaves en su trato, acce- sibles 4 cuanto se les insinta, y sobre todo prontisimos 4 contribuir 4 toda obra buena, sobre todo cuando’ ven que lo que dan es empleado, y cuando se persuaden de que no hay coheclios, ni fraudes, ni desfalcos en los in- tereses de que se desprenden con generosidad. jOh pue- blo grande si se mantuviesen aquellas leyes sapientisi- mas de Fernando VI, y otros monarcas que le prece— dieron! ;Oh pueblo feliz, y el mas feliz de la tierra, si no se hubiesen dejado seducir los que debian ser emi- nentes sabios en sus consejos; para no dar reformas rui- nosas, ni trastornar el régimen que hizo feliz al pueblo por tantos siglos, y si no hubiesen corrompido sus sen— timientos nobles y cristianos ciertos seres hipéerites y mal intencion ados! .) 4-4 Yo diré, y lo diré aun corriendo al riesgo de qué, abs guno me llame vanaglorioso, lo. que no me importaria un ardite, que cuando vine 4 Madrid en abril de 1868 por el asunto ruidoso de los campaneos, que no autori- zaba ninguna ley ni ninguna costumbre, dejaba en mi didcesis las siguientes obras: en la Habana, la iglesia del Angel, y una en el Seminario; en Matanzas, la iglesia de San Pedro, que se hacia desde’ cimientos; la de San Juan, 4 la que se le hacian pérticos y torre, y el gran cementerio que se estaba haciendo y la casa de be- neficencia que estaba concluyéndose; en Cienfuegos, la gran iglesia; en Trinidad, la gran iglesia, y ademas la fachada y la torre de la parroquia de San Francisco de Paula; en Santo Espiritu, la torre, que se concluia des- _ pues de cuarenta afios de arruinada; en Bainoa, una iglesia, y en Santa Isabel de las Lajas, otra. Para todo esto no habia pedido el Obispo ni un ébolo a nadie sino 4 los fieles, y estos se. prestaron ‘gustosos a cuanto les propuse. Lejos de un Obispo la vanagloria:

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