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DIA PRIMERO. 51 en su recinto tantos cadáveres como monjas; porque la fé divina nos enseña por el Evangelista San Juan, que el que no ama á su hermano está muerto: Qué n0N deli- git manet in morte. ¡Qué espectáculo tan horroroso! Los hombres os creerian vivas, y Dios os miraria en su ado- rable presencia como unas muertas. Reflexionad por un momento los bienes que recibe el cuerpo de su alma, que le vivifica y dá vida, y cómo queda cuando de élse ausenta y aparta. Los ojos ven la hermosura de los Cie- los, del sol, hana y estrellas, la verdura de los prados, la amenidad de los campos, la belleza de las flores, las corrientes de los rios, y todas las demás criaturas que se les presentan. Los oidos perciben el gracioso canto de las aves, la armonía de la música, Ja diversidad de las voces, y la inteligencia de las palabras. El gusto se re- crea con los sabores de tantas diferencias de manjares como ha producido Dios, y condimentado el hombre: y todos los demás'sentidos experimentan sus placeres en conformidad de las funciones de cada uno. El cuerpo mismo vive hermoso, sano y robusto: se aumenta, corre y se perfecciona; pero en el momento que el alma le des- ampara, ¡ay Dios, y qué trasformaciones tan tristes experimenta! Ni vé, ni oye, ni se mueve: convertido en un cadáver, horroriza y espanta con su fealdad y su hedor, y la persona que antes por su hermosura era la admiracion y embeleso de los hombres, ya huyen dé ela, y la esconden en un sepulcro para pasto de gusa= nos, porque no los contamine con su podredumbre y mal olor. Ved ahí de algun modo representada el alma en el estado de la caridad y sin ella. Mientras se halla vivifi- cada con esta santa virtud, está sana, robusta, y hace grandes obras meritorias de vida eterna: es templo del Espíritu Santo, imágen de Dios, y su hermosura embe- lesa á los Angeles del Cielo: pero sin caridad es una cárcel oscura, es una fealdad horrenda, una esclavitud espantosa, un sepulcro hediondo, y una muerte abomi- nable, Vomen habes quod vivas, sed mortua est, Pare-