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DIA DÉCIMO. 375 tales con la esperanza de unos bienes tan perfectos!¿Mi- seros hijos de Adan, les diria, ¿qué amais, y qué temeéis en la tierra? Si quereis ser ricos, amad las verdaderas ri> quezas: si pretendeis ser sábios, en el Cielo lo sereis per- fectamente:, si os Susta la hermosura, buscadla en el Cielo: . si quéreis salud robusta, vida selpiterna, paz, alegría, consuelo, union, mor y felicidad, todo se halla completamente en la gloria. ¿Témeis el dolor, las enfer= medades, Jas persecuciones, las, miserias de lá vida, Y 0s causa horror, la muerte y el pecado? Alegraós, que nada de esto hay en el Cielo. Nada manchado encuentra abiertas sus puertas: para todo lo vicioso están cerradas, Solo lá,vir- tud, la amable virtud, es la que reina en aquel dichosi- simo, lugar. ¡Ob, válgame Dios, y qué grande es la Ce- guedad de los mortales! ¡Y qué! ¿Es posible, venerables Religiosas, que dentro de pocos dias podeis ver, podeis gozar felicidades tan completas, y que én el ínterin cor- rais tras las miserables satisfacciones de las criaturas? ¿Es posible que os espante la penitencia á la vista do tanta gloria? ¡Dichosos trabajos monásticos, que Serán premia- dós cón tanto descanso! ¡Dichosos sudores,. que causarán tanto reposo! ¡Dichosas humillaciones, que se trocarán en tanta honra! Animo, pues, “eñoras,. para consegúir el Cielo. Pensad con frecuencia en el Cielo, y pedid 4 Dios que os conduzca al Cielo. Allí no solo hallareis todos los bienes: allí no solo encontrareis todos los bienes en el es- tado mas perfecto, sino que los hallarcis y los posee- réis por todos los siglos, Esta es la tercera y última verdad dé que procuraró daros alguna idea, cuando os diga que En el Cielo todos los bienes son eternos, Grandes cosas, y muy gloriosas son las que se han pensado, se han hablado, y se han escrito del. Cielo, que es la ciudad de Dios, decia el Santo Rey Dayid. (Wo- riosa. dicta sunt de te civitas Dei. Los Padres de la Iglesia, los escritores eclesiásticos lan agotado los raudales