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8 EJERCICIOS ESPIRITUALES. tra alma, para que conozca ¡o bueno y lo malo, lo ver- daderu y lo falso, nos dice, que como la justificacion del pecador, y la santificacion del justo son obras, no de la naturaleza, sino de la divina gracia, nadie puede pasar desde el estado de la culpa y de la enemistad de Dios, al de su amistad y filiacion, ni del estado de la tibieza al del fervor, sino mediante las luces é inspiraciones del mismo Dios y Señor, que hagan conocer á cada uno su infelíz estado, lo terrible de los juicios del Altísimo, y el gravísimo peligro en que se halla de perderse para siem- pre. Siendo esta una verdad eterna, no hallareis cierta- mente cosa mas á propósito para recibir en nosotros éstas inspiraciones divinas, y para que obren con eficacia en nuestras almas, que los Ejercicios espirituales. En Ja se- paracion de todas las cosas de la tierra, en la quietud del retiro, en aquella dulce y tranquila soledad, á que se de- dica el alma para oir la voz de Dios, es en donde Dios habla. Yo la llevaré, dice su Majestad por un Profeta: Yo la conduciré á la soledad, y la hablaré al corazon. ¡Locucion divina! ¡Habla propiamente del cielo! Nin- guno de los hombres en la tierra puede hacer mas que llegar con el eco de su voz á los oidos de los circunstan- tes: el pasar del oido al corazon: el hacer que éste en- tienda, que se enternezca, que aborrezca lo malo, y ame lo bueno, es obra del Omnipotente, cuando en la soledad habla con sus criaturas: Ducam ean in soliludinem et loquar ad cor ejus. AMí es donde el alma, dueña de sí misma , puede con la separacion de las criaturas escuchar mas bien las voces de su Dios, y elevarse en profundas meditaciones al conocimiento de los divinos atributos, y humillarse en su presencia á la vista de sus miserias. Allí llama con útiles recuerdos todos los años pasados de su vida: allí conoce sus extravios: allí descubre los princi- pios, causas ó raices de su decadencia; y á la vista de susinfidelidades llora sus flaquezas, forma vigorosas re- soluciones, y se determina á seguir en la vida religiosa con un nuevo espíritu y fervor. Dios nuestro Señor que

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