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GIRA NA RA y 192 EJERCICIOS ESPIRITUALES. ha intimado: haced penitencia, porque se acerca el reino de los Cielos, dice'el Señor:-si no hiciéreis penitencia, todos infaliblemente perecereis. Así habla Dios: esta ver- dad nos la intima su religion santa, y esta es tambien la voz de la razon. Lo injusto, lo desordenado, lo vicioso, no puede ser conforme á la primera causa de las causas, que ha de ser necesariamente el mismo órden por esen- cia, la misma perfeccion, la suma santidad. Debe, pues, la criatura humillarse delante de Dios, pedirle perdon de sus extravíos, volver á entrar en sus obligaciones, y ha-. cer con su gracia frutos dignos de penitencia. ¿Qué cosa mas razonable? ¿Qué cosa mas justa?¡ Pero ay! ¡Cuán- tas dificultades presentan á los del mundo su estado, sus oficios, sus ocupaciones, sus propias casas, para dedicarse á la oracion, y para entregarse á los saludables rigores de la santa penitencia! Preguntádselo á los que abrumados de sus cargos, apenas hallan un momento de sosiego para respirar. Preguntádselo á los que fatigados con el ímprobo trabajo de sus talleres y sus campos, no desean sino un instante de reposo para descansar. Preguntádselo á la mayor parte de los mortales, y todos responderán, que si toman algun rato para la oracion, si destinan algun tiempo para la penitencia, es á fuerza de industrias y desvelos, y aun así no pueden continuarlo. ¡Ol Dios in- mortal! ¡Y qué cargo para las Religiosas, en cuyo estado se presentan tantas proporciones para clamar á Dios, y mortificar sus apetitos! Reglamentos, constituciones; avi: sos, exhortaciones, ejemplos, todo concurre para intimar esta obligacion, y facilitar su observancia. ¡Cuántas Judites que reprenden! ¡Cuántas Déboras que animan! ¡Cuántas Anas que'claman! En el cláustro todo predica la virtud; todo facilita su práctica. La moderacion del hábito que se viste, la santidad del lugar en que se ha- bita, la dignidad del estado que se ha elegido, todo per- suade, todo mueve á la virtud. El mismo señalamiento de horas para elevar el espíritu á Dios, la determinacion fija de los tiempos destinados á las obras penales, hace
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