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160 EJERCICIOS ESPIRITUALES, tra pura castidad y vuestra pronta obediencia? ¡Ay Dios! Acaso legariamos á molestaros con una plática tan dila. tada. Justo parece reservar este asunto para la siguiente exhortacion, finalizando esta con la súplica que con todo el afecto de nuestra alma hoy hacemos de que seais fieles á los grandes empeños que habeis contraido con vuestro esposo celestial. Habeis dejado por su amor todas las ri- quezas del mundo, porque ilustradas con su gracia le- gásteis á conocer que estas no perfeccionan las virtudes del ánimo, antes por el contrario las destruyen. Las ri- quezas no hacen al hombre ser prudente, humilde, pa- ciente, casto ni benigno: ni á la ira la convierten en mansedumbre, ni al cruel hacen piadoso, ni al envidioso caritativo: ellas ordinariamente fomentan el fuego de las pasiones, y punzan como agudas espinas la vivacidad de los viciosos apetitos. Conocísteis que Crates, Diógenes, Sócrates, y otros filósofos paganos, conducidos de la ra- zon natural, comprendieron estas verdades, y abando- naron voluntariamente sus haberes por gozar la dulce calma y tranquilidad de su espíritu que las riquezas im- pedian ó embarazaban; y si ellos por este premio tem= poral renunciaron las riquezas, ¿con cuánta mas razon las renunciásteis vosotras por un premio eterno, por un Cielo para siempre,' por la posesion de Dios por todos los siglos? ¡Oh, qué infelices seríais; si ofreciéndoos Dios un reino celestial por premio de vuestra monástica po- breza, le pospusiéseis á una bagatela de la tierra, en que colocáseis vuestro corazon despues de habérsele en- tregado en las benéficas manos de su adorable providen- cia! No permita el Señor un abuso tan lamentable en vuestra virtuosa conducta. Ya pusísteis la mano gene- rosamente al arado, no volvais á mirar atrás, perdiendo cuanto habiais adelantado. Votásteis solemnemente la pobreza evangélica; observadla, amadla, gloriaos en ella, y sea vuestro tesoro la superioridad de vuestro co- razon sobre todas las cosas de la tierra. Pero yo me en- gaño, Señoras, cuando os exhorto á observar y amar la
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