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DIA TERCERO. 125 que habia sido arrebatado al tercer Cielo, y aunque ha- bia sido enseñado por revelacion de Jesucristo, y habia hecho tantos prodigios en el mundo, todavía se persua- dió que necesitaba la mortificacion y los provechosos rigores de la santa penitencia para no perecer eterna- mente (1). Confieso, Señoras, que este ejemplar ilustre me de- muestra hasta la evidencia, la necesidad de la mortifi- cacion virtuosa para mantener la pureza. El Santo sabia que Jesucristo dijo en su Evangelio: si no hiciéreis pe- nitencia perecereis todos. El Señor habia repetido: haced pénitencia: haced frutos dignos de penitencia. Sabia que esta obligacion á todos comprende: á los pobres, á los ri- cos, á los sábios y á los ignorantes, á los reyes y á los vasallos, á los justos y á los pecadores: á éstos para que se enmienden y-arrepientan : á aquellos para que se per- feccionen, y á todos para que se salven; y como era comprendido en esta ley universal quiso cumplirla. Esta misma verdad nos enseñan todos los mártires, todos los anacoretas, todos los Santos Padres, en una palabra, to- dos los predestinados; pues á todos les fué preciso entrar por muchas tribulaciones en el reino del descanso y de la perfecta felicidad. Vosotras, venerables Religiosas, os hallais por una particular providencia del Señor en un monasterio, en que teneis á cada paso proporciones para practicar esta mortificacion. En el refectorio, en el coro, en la oracion, en las oficinas, en la celda, en el hábito, en el trato mismo de unas con otras, hallareis qué ofrecer á Dios. Un dolor interno, universal y sobrenatural puede y debe acompañaros en todas partes por vuestros defectos pasa- dos, humillándoos con frecuencia en espíritu y verdad (1) Jste quí celestium virtutum, etiam si adversum se moveantur, bella non metuit, alicuando vel carnem suam metuil, ei ex ea consurgentes insidias formidavil, et ideo pre celeris omnibus carnisinsidio formidande Sul...... Origenes in epist. ad Roman. cap. 8,

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