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DIA TERCERO. 105 Ved ahí, venerables Religiosas, los fervorosos afectos de una alma que conoce la amabilidad de su Dios. Y ciertamente, Señoras, ¿le falta algo á vuestro esposo para ser del todo perfecto? ¿No es bastante rico, bastante no- ble, hermoso, prudente, sábio, dadivoso y santo? ¿Po- dremos añadirle alguna perfeccion? ¡ Tristes de nosotros, si olvidando este Occéano inmenso de divinas perfeccio- nes, colocáramos nuestro corazon en un charco asqueroso y encenagado! ¡Si apartando nuestros afectos de esta luz . increada y hermosísima, huscáramos como ciegas ma- riposas los pequeños destellos de una moribunda pavesa! ¿Hasta dónde llegaria nuestra insensatéz, si empleára- mos la memoria en recuerdos ilícitos de amores profanos? ¿Si dedicáramos nuestro entendimiento á formar torres de viento, que avivando con envenenados soplos la con- cupiscencia, hiciera arder las cenizas que deberian man- tener el sagrado fuego del casto y hermoso amor?,¿Si octpáramos nuestro corazon con objetos indebidos, ha- ciendo traicion sacrílega al Dios de la pureza, á quien elegimos en nuestra solemne profesion por eterno dueño de nuestras almas? ¿Si permitiéramos á la lengua, si de- járamos á los ojos, si permitiéramos al tacto en nosotros ó en nuestros prójimos, en los locutorios ó en las vistas, en la puerta ó en cualesquiera otros sitios, expresiones libres, miradas poco honestas, acciones arrojadas, que chocarian á la modestia de un jóven virtuoso, ó de una honesta doncella en su mismo estado secular? ¡Oh Dios inmortal! ¡Hasta dónde llegaria la enormidad de nuestro pecado! ¿Cuántos nuevos infiernos seria menester que criase Dios, para darle su merecido castigo” ¡ Ay mis ve- nerables Religiosas! No perdais jamás de vista esta gran- de verdad: que á todo debeis preferir vuestro esposo, porque El es el mas amable; y que debeis dejarlo todo por mantener su correspondencia y su amor, porque es.el mas celoso. Pero esto es cabalmente la materia del