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O 86 EJERCICIOS ESPIRITUALES. una palabra, una verdadera obediente está muérta á su propia voluntad; y así como un muerto ni sé queja, ni murmura, ni resiste cuando le subén 6 bajan , cuañido le desnudan ó visten, cenando le sientan ó echan sóbre la tierra, de la misma suérte la Religiosa muerta al mún- do y 4sí misma vive en Jesucristo, y Jesucristo vive en ella, dejándose conducir de la divina Providencia por la yoz de fa prelada. Las Religiosas que no obedecen dé esta suerte, sino en las cosas que són conformés á su gusto d súaves y dulces, no omitán ciertamente la obediencia del paralí- tico de treinta y ocho años de enfermedad; el cual ro solo obedeció 4 Jósucristo cuándo le mandó levantarse sano y con toda salud, sino tambien cuando le mandó que cargasé con su lecho, y le llevase 4 cuestas 4 Su casa. Las Religiosas qué se hallan muy prontas para obedecer en las cosas agradables, pero muy tardas y perezosas para llenar esta obligacion en las ásperas y desabridas, en nada imitan 4 San Pablo, que no solo obedeció á Jesucristo cuando le nombró su Apóstol, le hizo vaso de eleccion, le arrebató al tercer Cielo, y le envió á predicar gloriosaménte su nombre pór el mún- do: sino que con la misma prontitud obedeció el Santo, cuando él Profeta Agabo le dijo de parte de Dios, que seria atado de piés y manos en Jerusalem: y Horando los circunstantes les dijo el Santo: aparejado estoy yo, no solo á ser atado, pero aun á morir por el nombre de Jesucristo. Esto es, Señorás, lo qué' se Hama obedecer universalmente. Obedecer en todo por Jesucristo, y si- guiendo las pisadas de Jesucristo. Este Dios humanado no solo 6bedeció á su Eterno Padre en las honras de en- trar trianfante en Jerusalem, de revestirse de claridad y hermosura en él monte Tabor, y de ser obedecido de los mares y los vientos: tambien le obedeció. en las i9- nominias, afrentas y tormentos de su pasion, y en el desampáro y mortales agonías de la múérte crúelísiima de cruz. ¡Válgame Dios! ¡Quién dará una fuente pe-