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226 - Miguel Anxo Pena González Nebrija se vale del trabajo del holandés. Al mismo tiempo, el refrán en romance aparece recogido por el Pinciano en sus refranes o proverbios en romance, que lo recoge de la siguiente manera: "dos yernos a una hija", lo que permite corroborar que, efectivamente, era usado de manera popular (Núñez, 1555: f. 37v). Volviendo sobre la intencionalidad de la carta, no parece ser, como señala Sáez Olivares, que "antes de llevarlo a la imprenta, enviara copias a Cisneros y Villaescusa para que lo valorasen y lo corrigiesen en caso de mostrar desacuerdo" (Sáez Olivares, 2021: 216), sino que su verdadero propósito era que ellos pudie- ran ratificar el hecho de que un gramático podía -como filólogo- hacer algo para devolver el texto de la Escritura a su origen. De ahí que se pregunte cómo se puede saber aquello que se ha de creer, si los libros están sin enmendar (Apología V,1-2), dejando entrever que, de esta manera, tampoco sería posible avanzar en ninguna ciencia y, por lo mismo, tampoco en la teología y el conocimiento de las Escrituras. Por lo mismo, esta tarea no se podría llevar a cabo si la depuración del texto de la Biblia fuera algo herético. Y, como no lo es, se dedicará con ahínco a depurar el texto de la Vulgata. Así lo afirma en la Apología: ... me dispongo a hacer lo mismo también en el campo de las Sagradas Escrituras, decla- rando que no intentaré nada que rebase los límites de mi competencia, pero me voy a servir de aquella indulgencia, que san Gregario Magno concede a los estudiantes de la Escritura Sagrada, de no someterse a las reglas del gramático Donato. En la carta lo afirma de otra manera, pero con idéntica intención: "Te envío por tanto la Apología con la que respondí a algunos enemigos de la lengua latina, que decían que no está permitido que un hombre solamente entendido en gramática se ocupe de las Sagradas Letras. Ysi estuviera permitido, que esto solo podría hacerse con la autoridad del Sumo Pontífice". Lo que ahora afirma hay que ponerlo en rela- ción con las funciones propias de un catedrático en la Universitas Studiorum, pues era el Papa el que le daba la licentia ubique docendi, que no dejaba de ser también un envío omisión, dotándole -según su criterio- de la autoridad requerida para la empresa a la que pretendía dedicar el resto de sus fuerzas. De ahí también la preo- cupación que muestra por el hecho de que su obra bíblica sea conocida. De esta manera, la Apología había de demostrar que Nebrija estaba capacitado para anotar la Escritura, lo que implicaba también depurar aquellos textos en los que hubiera errores, con la intención de devolverlos a su sentido auténtico y origi- nario. Con cierta ironía lo afirma ya él: "esta Apología la escribimos en aquel tiempo en que éramos acusados de impiedad ante el Inquisidor General, por habernos atrevido, siendo ignorantes de las Sagradas Escrituras, a ocuparnos de una materia desconocida con la única confianza del conocimiento gramatical" (Apología II, 5). Con todo, enlaApología, no desperdiciará la oportunidad de poner en evidencia el mal hacer que aquellos que, "al ponerse delante de un gran modelo de doctrina
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