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de ser el punto central de mi vida. Todas mis acciones, ya desde la víspera al atardecer, han de ser de preparación para la Comunión del día próximo; y todas las de la mañana y parte de la tarde serán de acción de gracias y de amor por la Comunión recibida. Así santificaré mi eSltudio, mi oración, mis recreos, mis comí~ das, mis .paseos y mi dormir. En mi vida pal~ pitará un solo corazón: el de Jesús, que viví~ ficará el mío. Como no siempre puedo estar en comunica~ ción sacramental con Jesús, lo suplo con fer~ vientes jaculatorias y comuniones espirituales. Y cuando le visito, que son varias veces al día, ¡entonces sí que nos tratamos como amigos que se visitan, no ,por cumplimiento ni rutina, sino por sincero afecto! Y nos contamos nuestras vidas. Yo, mis pequeñeces, grandes sólo en mi corazón, mis flaquezas, mis desalientos, mis fal~ ta s y t ambién mis satisfacciones y mis anhelos. El, sus divinos planes, su dolor ante la ingra– titud de los hombres, sus deseos infinitos del bi.én de todas las almas. Y ante estos grandes intereses •de Jesús, tengo que olvidar mis na~ derías y pedirle el reinado de su amor y de su Iglesia en el mundo, la salvadón de pecadores
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