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ahora; y después, por toda mi vida. Ese techo será el de la morada religiosia donde viviré o acaso la sencilla cobertura de una casita y ca~ pilla de Misiones. Quizá tenga algún día que llevarlo junto a mi pecho para. dárselo a los enfermos o fieles apartados. El padre, el dueño de esta mansión, su pro~ pietario y hasta su administrador e.s El, Jesús. Su continua y amorosa Providencia y mi fe mantendrán esta casa en pie. El me procura, por medio de los bienhechores, cuanto necesito para ,sustentar y recrear sufkientemente mi cuerpo y enriquecer mis facultades intelectuales. ¡Cuánto debo rogar por los bienhechores, que s10n la Providencia visible de Jesús sobre mí y que suplen liberalmente las renuncias de la se~ ráfka pobreza! Pero El es propietario especialmentei porque es dueño de mi vida en cuerpo y alma, porque es el dueño de mi amor, como amante Padre mío. Grande es el don :que yo le he con~agrado; pero, ¡cuán generosamente El me lo paga, vi~ niendo todos los días a mi pechol Este recibimiento de J eSIÚs, la. Sagrada Co~ munión, es la obra capital de mi. día, como .si dijera de mi "orden del día". La Comunión ha - 41
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