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Con esto no renuncio al amor, ni al de mis padres y parientes, ni al de mi Patria, sino •que mi afecto, entero como aún está, se lo consagro a Jesús, el Rey de todos los corazones, para que El lo sublime y lo devuelva en gracias a todos mis seres queridos. He oído decir que para Dios nada hay tan bello! ni tan agradable como esta consagración que le hago de mi vida, ya desde sus comien– zos. Porque bueno · es dar el fruto a una per– sona a quien se estima; pero, ¿no le sería mucho más placentero recibir la semilla y experimentar así d gozo de ver brotar el tallo, abrirse las fl.ores y madurar, por fin , el fruto, todo ello bajo su mirada y sus cuidados? Algo parecido he querido hacer yo. Verdaderamente que Jesús tiene perfecto derecho a llamarme "suyo" y en ello ha de sentir inmenso gozo. Si soy todo de Jesús, salvaré mi alma, que es el asunto principal de mi vida. Pero, además, co mo minis tro que ,quiero ser de Jesucristo, sacerdote dispensador de sus gracias, cooperaré a la salvación de mis hermanos los ,demás hombr.es, fieles e infieles. Y las almas han cos– tado a Jesús la vida. ¿Qué mucho que también cuesten la mía? S6 -
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