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la recitación de mis · lecciones; y asimismo con toda regularidad nutro mi cuerpo, atiendo •a sus requerimientos de salud, de limpieza, de higiene, de sano ·ejer.cicio, de recreación y, por último, de reposo, que también va precedido de elevaciones y descansos del alma de Dios. Y todos los días Jo mismo. En hacer bien esto, ordinario y cotidiano, está la perfección de mi obrar. Lo extraordinario acontece raras veces, y la mejor preparación para aprovecharlo y hacerlo fr.uctífero es vivir con decoro y alegría, con indomable constancia, la tarea diaria. Nada tiene de particular que, a veces, esta regularidad me duela y pese sobre mí como una disciplina pesada, ni será extraño que mi imaginación, mis sentidos y la ebullición de los años jóvenes y el ansia de novedades alteren en parte la tran~ quilidad de mi espíritu. Pero eso mismo es parte del proceso de formación a que debo someterme por un .fin excelso: resultar algún día hombre de mundo y de altar. ~s decir: hombre apto y útil para la sociedad y para el ministerio religioso sacerdotal, en el cual ciertamente siem~ pre se encuentra Jo maravilloso y extraordina~ ria de la gracia. EJ sacerdote, y sobre todo e] 28 -

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