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den que Dios ha impuesto a las obras de la Naturaleza y a las acciones de los hombres. Sol y estrellas, campos y mares, árboles y es– taciones del año, reiteran con hermosa mono– tonía sus :ciclos de vida y sucesión en su tiempo oportuno. Lo mismo se advierte en la actividad de los hombres: el labrador, el comerciante, el ama de casa, el profesor, el -funcionario y hasta el artista y el sabio repiten incesantemente una misma faena y en esta reiteración está el logro de la perfección del oficio que profesan. Una vida de formación, de estudio y de dis– ciplina, como preparación a una vida regular, como es la religiosa, forzosamente ha de en– trañar en sí esa misma santa monotonía, que es en realidad ,perseverancia ordenada en la · práctica del mejoramiento personal. A esta suave ley estoy yo también sometido. Todos los días el Cielo me otorga y prolonga el bien de la vida. y la r.eitero todos los días en los idén– ticos ejercicios. Me levanto y levanto mi ser a Dios; eS!treno el día con las mismas aimorosas plegarias; lo santifico con la gracia sacramental de la Eucaristía; trabajo, sobre todo, con mis facultades espirituales y mentales en el estudio, en la lectura, en la audición de las clases, en - 27

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