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de esta mi actitud ante el deber. Si me admiran la belleza, la paz y el orden de los cielos y de los paisajes de la tierra y la simetría de ciertas grandes obras de los hombres, es por su ar– monía. Yo también puedo ser una obra acep– table a Dios y a los hombres, si armonizo mi conciencia con la voluntad de Dios, ,por medio del humilde ~ cumplimiento de mi deber. Debo aspirar a más todavía: a la complacen– cia y al gozo en el cumplimiento de mis debe– res. Una obra hecha con desabrimiento y des– gana, como si •f~era un castigo, no puede re– sultar tan eficaz y perfecta como aquella otra que hacemos con generosidad, entusiasmo y alegría. Dios se nos manifiesta diariamente por la oración y, cuando ésta no es posible, en los mismos momentos del trabajo y del cumpli– miento del deber con esa plenitud y paz de la conciencia que experimenta el siervo" fiel, el hijo generoso, que sencillamente y según susi limi– tados alcances ha servido al Padre Celestial. En este sentido. no interesa que la obra en sí •sea •excelsa o inSlignificante, gloriosa o igno– rada. Lo que cuenta es la disposición interior, que no busca otra cosa que realizar la voluntad del Señor en cada caso. Pero en realidad todos 14 -
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