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-70- EJEMPLO.-San Bernardino de Sena fué amantísimo de la virtud de la pure-– za y huía de las malas conversaciones que podían corromperla.. Jamás una palabra algún tanto ligera salía de su boca, y si por casualidad algu– no pronunciaba delante de él alguna pa.• labra deshonesta, se rub'orizaba de tal manera que parecía como si hubiese re• cibido una bofetada. Tanta pureza e inocencia infundían en los ami~os y compañer,os de Bernardino profundísimo respeto. Cuando se halla· ban reunidos, y alguien se atrevía a pro• nunciar alguna palabra ligera o incon– veniente, bastaba que notasen la prese,1• cia del Santo, para poner fin a tales con– versaciones. "¡ Silencio, decían, que vie- , ne Bernardino!" Sucedió, sin embargo, que cierto hom– bre perverso intentó repetidas veces arrastrarle al mal aun ofreciéndole dine• ro. Bernardino se puso a gritar pidién– do socorro, c·omo si se tratase de un la– drón. Sus compañeros le oyeron y, '!O· rriendo a toda prisa, pusieron en fuga,
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