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- 197 Este bendito santo, a quien se apare– c10 en vida la graciosa Reina del cielo vestida. de Pastora, esperaba • que' esta bondadosa S,eñora viniera a consolarle en su última agonía, según se _lo había pr'O--. metido. No viéndola aparecer por ningún lado, dulcemente quejábase de ello. Cuando he aquí que la heri:µosa Reina, deslum– brante como un sol, se le pone delante, y mirándole con piadosos ojos. cümo re– prendiéndole su poca confianza, dícele: ¡Juan, amado hijo mío! ¡Qué! ¿te ima– ginab·as que yo te hubiese abandonado? ¡Ah! no: que no me cumple en la hora de la muerte abandonar a mis queridas ovejuelas. No he -venido antes, porque no era rodavía llegado el tiempo; ahora que lo es, .mira cómo he venido a con,,, solarte y guardarte del lobo infernal y, a llevarte conmigo al cielo. (El Mensajero Seráfico, año 1902, pág. 145). Súplicas y Letanías, pág. 205.

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