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ventado de fatiga a una población y la gente se sonríe, si no te despre– cia, y no encuentras albergue y, lo que es peor, ni un mínimo de com– prensión ... ¡qué vida la del peregrino!» Debo hacerme a un lado, a pesar de las apreturas , porque ya es la segunda vez que mi vecino, que duerme a pierna suelta, me sacude un golpe. «Uno suele exclamar al ver esos carteles de A Santiago: tantos kiló– metros: ¡Ya falta menos! Pero ... ¿qué significado encierra esa frase? ¿Es un desahogo, una manifestación de alegría por lo ya realizado o es más bien un suspiro y un lamento por lo mucho que nos falta después de tantos días de rudo caminar? La concordia y la compenetración del grupo hay que reconocer que es buena, no obstante la diferencia de edades y de caracteres; el ideal es el mismo; me supongo, más aún, estoy plenamente convencido de que también a mis compañeros les habrán asaltado muchas veces estos pen– samientos, sobre todo en esos ratos de silencio y meditación en que avan– zamos separados, en fila india, entregados a nuestras propias cavilacio– nes. Sin embargo, y mal que nos pese, éste es un tema que no nos es lí– cito tratar ni compartir; no cabe el desahogo, porque podría ser fatal sacar a relucir la propia angustia hallándose quizá alguno de los compa– ñeros en ese preciso momento con el ánimo decaído y la moral baja. El silencio es más prudente ... Decididamente, ésta es mi noche triste ... Deus nos iuva et Sant Yago!» 15 DE JULIO: RIEGO DE AMBROS - VILLAFRANCA DEL BIERZO (30 KM.) Hemos extrañado la «cama»; en Castrillo de Polvazares dormimos ayer mucho mejor, incomparablemente mejor. Durante nuestro aseo a la luz pública (en la fuente de una plazoleta cercana), varios perros nos ladran a distancia, pero insistentemente, no sé si porque nos desconocen o por el tufo que exhalan nuestras ropas tras una noche en semejante «hotel». Una de las mujeres que comienza sus tareas campesinas (no vemos varones, solamente mujeres, todas en– lutadas, con su pañuelo negro a la cabeza y botas hasta las rodillas) los reprende con voz chillona: « ¡Qué escandalosos son estos perros ... !» Una vereda, que discurre paralela a un arroyo escondido en un bos– que de castaños, nos baja hacia Molinaseca. El terreno es accidentado y nos preciamos del acierto que tuvimos ayer de no tomar tal sendero, 61
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