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el sol parece que algunos días se ensaña en nosotros, pero nuestra piel se va también endureciendo y se han mitigado las quemaduras primeras; a partir de León esperamos que las temperaturas se suavicen; está com– probado que viajando sin luz estamos más expuestos a dar un traspiés y a equivocar el camino; nos veríamos obligados a andar muchísimas horas sin tomar alimento caliente, prácticamente toda la caminata; no llevamos sacos de dormir para un caso de emergencia... Se desecha la enmienda. Avanzamos bien conjuntados y conseguimos una buena media horaria. Gordaliza del Pino. Vallecillo. En el bar La Ruta tomamos nuestra vitamina y Antonio aprovecha la detención para hablar por teléfono. Comemos en El Tropezón, de Matallana; el subsiguiente descanso lo hacemos en un ribazo, junto a una fuente. En Santas Martas está Manolo, al pie de la carretera; hay cena y cama; León queda a veintitrés kilómetros todavía, pero no está claro que podamos encontrar alojamiento más adelante. Cenamos, pues; llamo por teléfono y nos acostamos en dos habitaciones dobles. La etapa ha sido anodina, pero no aburrida. José Mari y yo compartimos la misma habitación y puedo comprobar cómo a mi compañero le ha sentado mal la cena. 11 DE JULIO: SANTAS MARTAS - LEON (23 KM.) A las cinco de la mañana salimos a la carretera con verdaderas ganas de andar. José Mari continúa un tanto indispuesto. Son las siete cuando atravesamos Mansilla de las Mulas, tras sortear el peligro de unos perros de malas intenciones que hemos encontrado junto a la gasolinera; contemplamos al paso algunos lienzos de las anti– guas murallas de canto rodado y argamasa. Otro río más: el Esla. Antes de las ocho nos plantamos en Villamoros y tenemos que des– pertar a la mesonera para que nos abra al establecimiento; la alegría se desborda con el descanso, el almuerzo y la vitamina. ¡Qué hermosísimas amapolas cría esta mujer a la puerta de su casa! ¡Lástima que aún no tienen semilla! « Al regreso encontrará usted», me dice. 50