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vinar entre las sombras lo que fuera en tiempos el Hospital del Rey y que levantara Alfonso VIII para alivio y descanso de peregrinos. «A Santiago: 551 km.» También hoy el tiempo está fresco y muy apropiado para caminar. renemos varias novedades: estrenamos nueva carretera, la N-620, que mgún nuestra cartografía discurre paralela a la vía del ferrocarril y al río Arlanzón; Antonio cumple años (le han caído los cuarenta); y, fi– nalmente, según informes del mismo Antonio, hoy nos alcanzará una caravana de tractoristas que, procedente de Zaragoza, se dirige a San– tiago; posiblemente veremos algún conocido. Como contrapartida, la ausencia obligada de Xavier, que a todos nos ha afectado y, sobre todos, a José Mari, aunque él sepa sobreponerse. Primera bifurcación de la carretera y primera consulta a nuestros mapas; no nos aclaramos. La único claro es que nuestra meta inmediata consiste en pernoctar hoy en Castrojeriz; ahora bien, si seguimos el Ca– mino de Santiago, de Información y Turismo, por Tardajos-Olmillos de Sasamón (N-120), son cincuenta y cuatro kilómetros; mucho más breve es el camino de la cartografía de José Mari, por Tardajos-Rabé de las Calzadas-Hornillos del Camino-Hontanas; pero éste no acaba de conven– cernos tampoco porque, encima de ser camino camino, nos huele que se extiende por terreno del todo despoblado; en consecuencia, preferimos continuar por la N-620, que nos ofrece un recorrido ni tan largo como el primero, ni tan solitario como el segundo. La carretera va ganando altura y al finalizar la subida nos sentamos a descansar; José Mari nos reparte unos caramelos que le trajo ayer su madre. Disfrutamos de ·una bella panorámica; allá abajo, un cansino mercancías no termina de ejecutar maniobras. Bien estamos aquí, pero ... hay que continuar. « ¡Qué vida la del peregrino!» En marcha. Cruzamos un paso a nivel y poco después el río Arlanzón; vía y río a nuestra izquierda que no perdemos de vista en muchos ki– lómetros. Llanura. Soledad... Recordamos con frecuencia a Xavier, quien, a buen seguro, nos irá acompañando con el pensamiento. Un pueblecito: Estepar. Almorzamos aquí, que ya llevamos unos veinte kilómetros. Más llanura ... , más trigales ... «Por allá, a la derecha, debe de quedar la Cuesta de Matamulos ... » Cruzamos sin detenernos por Celada del Camino, con sus cigüeñas en la torre y el cementerio con murallas al– menadas. Se van acercando las doce del mediodía, hora en que el cohete hendi– rá los cielos de Pamplona anunciando las fiestas de San Fermín; como va a ser televisado, nos conviene apretar el paso para llegar a tiempo a algún pueblo que tenga algún aparato receptor. 37
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