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abajo, el que nos radia en Sí mismo, el que los intercomunica y el que los relaciona siempre pasando por El. Sin El, y a este nivel, no hay comunidad eclesial, no hay intercomunión, ni carisma. «La comunidad de base, nos dirá Useros, no se identifica con un grupo de amistad, aunque coincida con él. La comunidad cristiana tendrá siempre otras bases (...). La comunidad cristiana tendrá siempre a la base motivaciones de fe, quien tiende de por sí precisamente a transcender la homogeneidad y la monovalencia de las personas afines» (11). No será fundamentalmente un grupo de amigos, sino de comprometidos en y sólo en el Señor Jesús. Aunque esto no excluye, ni mucho menos, los requisitos esenciales de una comunidad natural de base; al revés: tenemos que decir que está cimentada en ella. Pues siguiendo la teoría antes defendida de que lo sobrenatural no es algo ·exterior que cae sobre lo natural, sino esto elevado y desarrollado por la gracia a la máxima potencia, tenemos que decir que no puede darse una auténtica Comunidad Cristiana de Base, si antes no se da, como requisito indispensable, «conditio sine qua non», una comunidad natural de base. Puesto que, según el principio siempre mantenido por Michoneau, no puede haber vida cristiana, si antes no hay comunidad (12), y ésta, a nivel natural primero; y «una comunidad, nos dirá Pin, es algo diferente de una yuxta– posición o un lote de vidas (...) individuales. Es algo distinto de una multitud que obedece a decisiones e iniciativas de un jefe. Es una colectividad en la cual todos son activos, todos intere– sados, o en la que en todas las actividades, cada uno busca la participación de todos. Actuar juntos es ley de toda la comu- (11) USEROS, M. o. c., p. 161. (12) Cfr. FLORISTAN, C. y otros «Comunidades de base y expresiones de la fe» Edit. Estela (Barcelona) 1970. p. 25. -39-
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