BCCCAP00000000000000000001781
zados frecuentemente a través del teléfono en llamadas urgentes y de compromiso. Y en este clima las amistades no pueden madu– rar; porque requieren tiempo y tranquilidad para hacerse pro– fundas; relación sin prisa, calma. Para huir de estos peligros el hombre urbano necesita encon– trar grupos menores, a nivel auténticamente humano, en los que él sienta que no es una cosa ni un número, sino que en alguna manera sea insustituible; donde encuentre paz sobre las tensiones de la ciudad, donde se puedan multiplicar las relaciones a nivel primario que rompan las tensiones y hagan menos nece– sario el psiquiatra, donde los encuentros sean personales, pro– fundos y no funcinales. Si tales grupos no se encuentran, el individuo busca una salida a sus presiones por medios de evasión diversa. Unos serán plenamente lícitos: fines de semana en el campo o la playa, cine, deporte... Otros serán destructores: tranquilizantes excesivos, drogas, sexo sin amor... Vale la pena estudiar todo esto, porque tenemos frente a nosotros nada menos que el problema de la liberación interior del hombre» (16). «El elemento común más verificable, sigue diciendo Antonio Alonso, es la necesidad de integrarse personalmente en un grupo regido por relaciones primarias. Esto se advierte más íntimamente en los centros urbanos, debido al individualismo y a que el trato se va convirtiendo más y más en relación funcional, a la complejidad de la vida, los transportes, las diversiones colectivas, etc., que conducen al aislamiento del individuo. Pero puede adver– tirse que la tendencia a superar esta dificultad existe y se incre– menta en forma consciente por diversos medios: clubs, asociacio– nes, gremios, profesiones, etc.» (17). (16) ALONSO, A. o. c., p. 126-127. (17) Ibidem. p. 80. - 28 -
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz