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otra, que, en cierto sentido podemos decir, es diametralmente opuesta, acaso con una oposición que raye en los ciento ochenta grados. SOCIEDAD RURAL La sociedad rural, agrícola, era una sociedad «natural», que estaba siempre en contacto directo con la naturaleza, lisa, sen– cilla, sin problemas especiales, al alcance de todos, y girando al ritmo que marcaban las estaciones del año. El trabajo era impuesto por los ciclos del tiempo que se diferenciaban según las épocas: labranza, siembra, escarda y recolección, no saliendo prácticamente su mundo de ahí. «La tierra, las cosechas, la lluvia o la sequía, la extensión de los campos..., comenta Vela, se imponen a todo tipo de rela– ción humana. Son el asunto primero de las conversaciones. Su mentalidad gira en torno a eso. Y como la tierra es in– móvil, se puede decir que viven la mentalidad de la permanencia y de la inmovilidad. El mundo es lo que ellos conocen: su peque– ña comunidad encierra todas las actividades familiares, políticas, sociales y religiosas» (12). En una palabra; una auténtica comu– nidad cerrada, como se la llama en sociología. El número de personas que agrupaba cada núcleo rural era muy pequeño, y sus relaciones eran a nivel de grupo primario: todos conocían a todos, o como Cooley la llama: «relación cara a cara», de donde la interacción que existe entre sus miembros es grandísima; así como sus relaciones que son también de «tú a tú» en la que todos se conocen. Podemos decir que los valores socia- (12) ANDRES VELA, J. «Las Comunidades de Base y una Iglesia nueva», Edit. Guadalupe (Buenos Aires) 1.968, p. 138. - 23 -

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