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de hoy. Ha de ofrecer y permitir a los fieles pluralidad de comu– nidades de base, grupos naturales donde se den las condiciones para que experimenten la satisfación de ser aceptados por los demás , de sentirse miembros activos de una comunidad, y de contribuir a la edificación del organismo» (25). b) Debe haber dinámica de grupo, no absorción por el sacerdote. La Comunidad Eclesial, movida por el Espíritu, es profun– damente dinámica. Es el que distribuye y reparte los carismas entre todos, como quiere, pues «unos puso Dios en la Iglesia primeramente como Apóstoles; a otros como profetas; a otros como doctores; luego, poderes de milagros, de curaciones, asis– tencias, gobiernos, variedades de lenguas» (1 Cor. 12. 27-29). «Hay distribuciones de carismas, pero un mismo espíritu; y distribuciones de milagros, pero un mismo Señor» (1 Cor. 12, 4-6), que fertiliza y mueve la Iglesia. No hay absorción de carismas por uno solo, ni Dios tampoco los ha depositado todos en uno, sino que los distribuye como quiere. Es necesario un respeto profundo a los carismas que Dios da y de los que disfruta la Comunidad, repartidos entre sus miembros. Juzgamos que en largas épocas de la Iglesia, de la que no estamos libres aún, ha habido un acaparamiento de carismas por unos pocos miembros de la Comunidad, que, o no han dejado que se desarrollen, o al menos han acallado los carismas de los demás; éstos han sido, el clero: obispos y sacerdotes que se han sentido únicos ecos y depositarios de la voz de Dios que habla a la Asamblea reunida en comunidad Eclesial, en nombre del Señor Jesús. (25) FLORISTAN, C. y otros, o. c., p. 34. -116_;
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