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en el atril, sabe jugar con tan disciplinadas voces, dotadas de registros finamente entonados. El amaneramiento se halla muy lejos de él, los crescendos suben orgánicamente hacia la plenitud; son delicadas las resonancias de los pianísimos. El torrente de voces, plenas de sonoridad de los extraordinarios, magníficos y poderosos bajos, proporciona con su fresca naturalidad y armonía un verdadero placer al oído, produciendo sensaciones que no es corriente captar en una sala de conciertos». Parece quelos germá– nicos intuyeron mejor la disciplina, precisión, homogeneidad, gradación sonora que la emoción y espíritu interpretativo. El P. Jorge Blajot, residente entonces en Innsbruck , no pudo reprimir su entusiasmo: «Un gesto simpático del insbrukés «Vo– gelweider Chor», vencido por los navarros el año pasado en la competición internacional de Llangollen, los traía ahora acá . ...A los tres compases del Benedictus de la Missa del Papa Marcelo que abría el programa, advirtió el público que no se trataba de una simple visita amistosa. Más adelante los aplausos , el pateo -forma aquí superlativa, furiosa, de aprobación-, la re– clamación de bises y fuera de programa se alzaron -y aquí cito a la prensa- en «tempestades de entusiasmo como raramente se oyen en la sala de la Asociación Musical». Y no era el embrujo, el tipismo, la coloración rítmica de nues– tro folklore. La pasmosa claridad vocal, dice un crítico, en que nos ofrecían Palestrina, Lasso , Mozart , la técnica y matización en páginas de Debussy, Ravel y Strawinski, y sobre todo, el ajuste, la disciplina, la identificación electrizante entre Eraso y sus canto– res ... Al día siguiente, era una vecina población cargada de historia, Hall, la que superaba aún el éxito de Innsbruck. El pateo desde los primeros cantos, alcanzaba a lo último un carácter verdadera– mente sísmico... El famoso liturgista, el padre Jungmann, tomaba la pluma para escribirles «el canto del coro de Elizondo me ha recordado el de aquéllos de quienes se dice «cum quibus et nostras voces ut admitti iubeas deprecamur... » (Arriba, 13-VI-53). Bordeaux era el final de aquella apretada excursión , y de allí llegaron crónicas atinadas y elogiosas. Raoul Parissot en el Courrier Frarn;ais (30-5-53) resumía su pensamiento: «Este programa muy variado y especialmente difícil de ejecutar ha gozado, de parte de don Juan Eraso y de sus cantores de una interpretación excelente, donde el mimo por los 38

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