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Quintero en su discurso de incorporación a la Academia Nacional de la Historia. También el apremio. para que los Doctrineros aprendiesen las len– guas de los indios, que tenían la obligación de evangelizar y atender pastoralmente, suscitó graves y largas polémicas entre algunos de ellos y el obispo Gonzalo de Angulo. Hasta se quiso probar que las lenguas de los indios no eran capaces de transmitir sin errores la Doctrina Cris– tiana. Se trajeron argumentos de problemas similares suscitados en Bogotá con el catecismo de la lengua Chibcha. (Lino Gómez Canedo, La Provincia Franciscana de Santa Cruz de Caracas, vol. II, págs. t37- 158) . Y añadían como razón, para ellos muy válida, la gran cantidad· de lenguas existentes en cada jurisdicción. En solo el valle de Quíbor, decían, por ejemplo, existir hasta seis lenguas distintas, "que no se entienden los unos a los otros". La gran cantidad de lenguas distintas era y aún es una verdad, que si a algunos nos alegra por la riqueza que tal cosa supone, a mu– chas los aflige y desalienta; y hay que convenir en que representa un gran obstáculo en la práctica de lo ordenado en los Sínodos y Concilios. Sépase, en efecto, que en el célebre cuestionario de 1557, ordenado por Felipe II, con 50 temas, uno de los cuales era precisamente "Si hay diferentes lenguas en toda la provincia o tienen alguna lengua general en que hablan todos", por lo que atañe al Centro y Occidente de Vene– zuela tenemos las respuestas dadas en Caracas, El Tocuyo, Maracaibo y Trujillo. De este último lugar respondieron: "No hay más de una lengua en toda la provincia porque hay cierta parte de la tierra en que los naturales se llaman timotes y la lengua es toda una y se entienden". Pero de Caracas dijo PIMENTEL que había 11 lenguas; de Barquisimeto dijeron que se hablaban 8; de El Tocuyo, que sa hablaban 8 también; de Maracaibo, que se hablaban 11. (A. Nac. de la Hist., vol. 70, págs. 113 a 212). • Sin embargo, lo dispuesto en el Concilio no parece haber quedado en letra muerta. Del año 1663 localicé en el archivo arquidiocesano un documento, según el cual se le confiere el Curato de San Miguel al P. Tomás Bambelle, quien probó saber la lengua ayamán, y se le negó al P. Pedro de Quirós y Alonso, que simplemente prometía aprenderla después. Era obispo en aquel entonces Mons. Fray Antonio González de Acuña. -25-

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