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90 hockey sobre patines, que solía jugar en una pista de mármol del antiguo Kursaal. Él, aunque no sabía patinar, quiso emularlo y de algún modo apareció por la Juventud un hombre, natural de Bilbao apellidado Valencia, del que solo recuerda que al parecer había sido buen jugador y patinador en el equipo del Athlétic de Bilbao y le ayudó a poner en marcha el equipo. Como aquellos jóvenes eran de familias humildes –así era el trato: se daba educación a los niños a cambio de su participación en los coros para ornatos de la liturgia– los propios capuchinos compraron algunos patines y se los dejaron. El mismo José Luis llegó a fabricar algunos, en un pequeño local que le dejaron en el convento y él transformó en taller, y, como además los patines se estropeaban con frecuencia, hubo de invertir infinidad de horas en arreglarlos. Resultaba llamativa la imagen de aquel capuchino, con la mandarra encima del hábito, metido en tales menesteres. Cuando fueron a Santander con el equipo a participar en un torneo, un periódico local realizó un reportaje sobre ellos que tituló: El Padre Patines . También puso en marcha otra actividad deportiva que ha tenido mayor fama: el equipo de balonmano, hoy conocido como Portland San Antonio y que ha alcanzado importantes triunfos. Asimismo, organizó un grupo de danzas vascas, en que él era maestro –tan solo sabía de estas lo que había visto de niño– y txistulari. A consecuencia de estas actividades, comenzaron a ser solicitados desde muchas localidades y, como recuerdan antiguos escolanos, parecían la Familia Trapp , ya que ellos solos organizaban todos los festejos del día. Cuando los contrataban en un pueblo, cantaban en la Misa Mayor, a continuación se exhibían en un partido de hockey, al que seguía otro de balonmano. Los distribuían por las casas de los vecinos para la comida y por la tarde ofrecían una sesión de danzas vascas y un concierto profano. Los antiguos miembros de la Escolanía Josetxo Mendia y Alejandro Oteiza, guardan en su memoria todos estos detalles con cariño. También el de la ikurriña que, aunque estuviera prohibida, pasearon por muchos pueblos de Navarra sin apenas problemas con las autoridades, quizá porque no se percataban de su significado. Sin embargo, en los conciertos vespertinos, en varias
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