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86 PRESENCIA ANTIGUA (1598-1835) juventud. Nos consta con certeza que nació en MagaL_ón, noble villa de la provincia de Zaragoza, a 56 kms. de la capital, a principios del siglo XVII. Es posible que conociera a los capuchinm cercanos a su pueblo, que residían en los conventos de Borja y Tarazana. Lo cierto es que el 10 de enero de 1633 ingresó en la Orden de Hermanos Menores Capuchinos de la Provincia de Aragón. Impulsado por el celo apostólico de extender el evangelio de Jesús, a principios del año 1650 se embarcó con destino a América, acompañado de los capuchinos Fray Francisco de Pamplona y Antonic de Monegrillo. Ante las dificultades encontradas tanto en la isla de Granada como en la de Margarita, se encaminaron a la ciudad de Cut:r;aná, capital de la provincia venezolana de Nueva Andalucía. Allí se entregaron a la evangelización de los indios cumanagotes, consiguiendo numerosas conversiones. Sin embargo, al estar en esas tierras sin la debida autorización de la Congregación de Propaganda Fide, del rey de España y de su Consejo de Indias, se vieron obligados a regresar a España en 1653. El P. Magallón durante varios años estuvo presentando "Memoriales" y súplicas al rey hasta conseguir de Felipe IV una céc_ula con fecha de 20 de enero de 1657 por la que se le autoriz:c.ba regresar a Cumaná, acompañado de otros capuchinos. Este fue el comienzo de una gran evangelización realizada en esta nación venezolana por los capuchinos aragoneses, quienes llegaron a fundar 49 poblaciones en beneficio de los indígenas, durante un período de cerca de dos siglos. Adornado con dotes extraordinarias de gobierno el P. Lorenzo de Magallón fue durante muchos años el Prefecto de la Mis1ón, y gracias a su entusiasmo y acierto se resolvieron numerosas dificultades de los misioneros. En el Archivo General de Indias se conservan hasta cinco largos "Memoriales" dirigidos al rey de España en los cuaies el P. Maga– llón va informando al rey de sus progresos, éxitos y dif1cultades en la labor misionera en esas tierras venezolanas. En los Llanos de Caracas transcurrieron los últimos años de su vida. El P. Lodares trae de él este cumplido elogio: «Fue varón apostólico de grandes virtudes, por lo cual el Sr. Obispo de Caracas, Fray Antonio González Acuña, que conocía bien sus r.:.éritos, quiso que se quedara con él para que en condición de Misionero, le acompañara en la Santa Visita de su dilatada Diócesis, y en este santo ejercicio, murié en el pueblo de Cumanarebo, un día de camino de Coro, por los años 1676. Habiéndose detenido el Sr. Obispo dos años en la visita a aauellas apartadas regiones, quiso, antes de retirarse a la ciudad de Coro, recoger lo~ huesos del vene– rable misionero para darles sepultura en aquella iglesia, que havía sido catedral.

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