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80 PRESENCIA ANTIGUA (1598-1835) vetro por el hecho de haber asumido el sistema tomista, en vez de la doctrina franciscana del teólogo San Buenaventura. Otra obra de texto de formación para los candidatcs escrita por el P. Luis de Zaragoza es "Cursus integer Philosophicus". Descono– cemos fechas y lugar de su edición. El P. Bolonia en rn Biblioteca capuchina dice que se halla en dos tomos en folio, y se refiere a la tercera edición. ( 4 ) Y finalmente, "Apología in defensionem Analium Fratrum Capucci– norum Fr. Zachariae Boverii", Zaragoza, 1645. 2. P. BRUNO DE ZARAGOZA. Nació en Zaragoza en la primera mitad del siglo XVIII. Antes de abrazar la vida capuchina se llamaba Pedro Pablo Arcas Jiménez y Sánchez y procedía de una noble familia nragozana de linaje infanzón. Atraído por la vida ejemplar de los capuchinos de Zaragoza, dejó las halagüeñas perspectivas que le ofrecía el mundo e ingresó en la Orden capuchina. Su clara inteligencia, su afán de estudios, sus dotes para la oratoria y su espíritu franciscano le convirtieron en una fi; 5 ura relevante en Zaragoza y en la Orden. El año 1786 sabemos que residía en el convento de Ntra. Sra. de Cogullada y que era el Superior Provincial de los Capuchinos de Aragón. A petición suya y con el deseo de renovar la vida cristiana de Zaragoza, llegó a esta ciudad el Beato Diego José de Cádiz, el más célebre predi– cador de España en aquel siglo. Se encargó de acompañade en todas sus actuaciones y tuvo el honor de recogerlo en sus brazos cuando cayó desmayado del púlpito de Ntra. Sra. del Pilar, el primer día de la Misión que predicaba en esta ciudad. Entre otros cargos que ocupó en su vida religiosa hay que destacar el de Comisario General de las Misiones de Cumaná, Isla de la Trinidad, Bocas del Orinoco y otras zonas de América. Fue también Vicario General de los Conventos de su Orden en Mallorca, Calificador del Santo Tribunal de la Inquisición y Examinador Sinoda~ del Obispado de Albarracín. A parte de estas actividades de gobierno de la Orden y de servicio a la Iglesia aragonesa, hay que destacar sus grandes dotes de orador y predi– cador popular. Sus sermones y conferencias estaban muy bien preparadas y escritas, y muchas de ellas fueron editadas y publicadas. (4) l. DE CIAURRIZ, «La orden capuchina en Aragón", Zaragoza, 1945, pág. 3~8.

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