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EL OCASO DE UNA ETAPA GLORIOSA 101 Poco después, el 11 de octubre de 1835, se promulgó otro decreto por el que entre otras cosas, se disponía que en cada localidad no hubiese más de un convento de la misma Orden religiosa, quedando además supri– midos los que ya estuviesen cerrados o así lo solicitasen los Superiores. Pero el más drástico decreto llegó el 8 de marzo de 1836 por el que Mendizábal ordenaba que quedaban « .. • suprimidos todos los monasterios, conventos, colegios, congregaciones y demás casas de comunidades o de instituciones religiosas de varones . .. existentes en la Península, islas adyacentes y posesiones de España en África». (lll Posteriormente el 29 de julio 183 7 llegó otro decreto que las cortes constituyentes elevaron a categoría de ley. En pocas palabras es evidente que el Gobierno en poco tiempo pudo apropiarse injusta– mente de los conventos, iglesias, huertas y demás bienes para venderlos o dilapidarlos a su talante. Entre estos bienes desamortizados podemos distinguir cuatro clases. a) Las fincas rústicas. Numerosas propiedades que habían pertene– cido a los conventos fueron puestas en venta. Es difícil concretar hasta qué punto esta acción propició una mejor redistribución de la riqueza, o si por el contrario, favoreció la creación de una nueva burguesía. En cada municipio se crearon Comisiones de Agricultura integradas por labra– dores encargados de tasar las fincas, y después se anunciaba la subasta en el Boletín Oficial de Venta de Bienes Nacionales. Todos los conventos capuchinos de Aragón tenían una buena huerta que era considerada como un medio justo y honrado para vivir. Estas fincas fueron las que en primer lugar fueron vendidas sin dificultades. b) Los edificios conventuales e iglesias. Es lógico pensar que pocos estaban interesados en adquirir unos edificios enormes con grandes gastos de mantenimiento y de poca utilidad. Por eso, un buen número de conventos, tras repetidas subastas del Estado, se quedaban sin venta, y poco a poco iban arruinándose, hasta que los Ayuntamientos se los apropiaban para darles destinos sociales. Así nos consta de algunos conventos capuchinos de Aragón. Por ejemplo, el de Tarazana se convirtió en solar para construir viviendas; el de Epila se dedicó a asilo de ancianos; el de Borja se destinó a hospital; en el de Ejea de los Caballeros se instalaron las escuelas municipales en 1842; y el de Albalate fue cuartel, y después escuelas y hospital. c) Obras de arte. El aspecto más negativo de la desamortización fue el daño terrible que produjo sobre el patrimonio ar,tístico nacional. Aunque se crearon comisiones para salvaguardar edificío~, ~bras de arte, (ll) ALBERTO GONZALEZ, «Los capuchinos en la península ibérica», Sevilla, 1985, págs. 65-68.

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