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98 PRESENCIA ANTIGUA (159B-1 B35) de que nunca puede haber paz sin justicia, y que el luchar valientemente por la libertad y la independencia de Zaragoza era un noble deber. Una tarea en la que se emplearon muchos religiosos fue la prepara– ción de municiones para combatir al enemigo. Sigue :liciendo Casa– mayor en su "Diario": «Día 9 de junio de 1808: De orden de S. E. estuvieron los Dominicos, Franciscanos y Capuchinos haciendo cartuchos todo el día en la Casa de Miseri– cordia, pasando de 3 .000 los que hicieron en todo él». r 5 l Muchos religiosos no sólo se contentaron con esta colaboración sencilla, sino que fueron los primeros en defender sus conventos desde sus ventanas y campanarios, e incluso salieron a la calle con sus santos hábitos a luchar por la defensa de la ciudad, animando a -::oda el pueblo. He aquí el emocionante testimonio que nos dejó el mariscal Lannes, hablando de los religiosos: « ¡Son terribles aquellos frailes!. Los dos consejeros del marq~Jés de Palafox han hecho más que él en la defensa de Zaragoza, inspirando a aquel![), población intré– pida, que nos ha sido necesario derribar a cañonazos como si fueran murallas. ¡Qué ciudadanos aquellos dos frailes y tantos otros como yo he visto, animando por todas partes al pueblo con el crucifijo en la mano! Pero este no les salvaba de las balas, y su muerte hacía más frecuentemente la defensa más encarnizada y el martirio más ostensible». r 7 l ¿Cuántos murieron por defender sus conventos y la ciudad? No tenemos cifras, pero es elocuente lo que nos dice Casamayor de que ~n la puerta del convento de San Francisco de Asís, « ... estaban tendidos los cuerpos de nueve religiosos muertos d día anterior, sin poder acercarse nadie a darles sepultura por el vivo fuego que de la puerta y torre hacían los enemigos». 18 l El convento capuchino de San Juan Bautista quedó completamente derruido en esta guerra de la Independencia; y una vez restablecido el gobierno legítimo, los religiosos ocuparon provisionalmente una casa de la pertenencia del Duque de Hijar en la Plaza de San Panlo, frente a la iglesia de este nombre, donde construyeron una reducidE. iglesia para el culto. Posteriormente, con el auxilio de algunos bienhe::hores, reedifi– caron el antiguo convento, al que se trasladaron en 1830. Por otra parte, parece que el otro convento de capuchinos de Ntra. Sra. de Cogullada no tuvo tan mala suerte, al estar a cinco kilómetros de la ciudad. ( 6) CASAMAYOR, o. c., pág. 34. (7 l AUTORES VARIOS, «Los sitios de Zaragoza», Madrid, 1908, pág. 78. (8) CASAMAYOR, o. c. pág. 122.
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