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94 CONVENTO DE ÁTECA cariátides que forma el banco de dicho retablo: José Horas y Juan Antonio Lorent o Florén. Es un retablo de buenas proporciones que ocupa toda la cabecera de la igle– sia. Mide en total 8, 70 de alto por 7,10 metros de ancho ... El retablo está dedicado a la Virgen bajo la advocación franciscana de la Por– ciúncula y esta formado por un banco, primer piso y ático, en cuanto a elementos horizontales. El banco contiene dos cuadros de buenas proporciones, que repre– sentan a san Juan Bautista y san Jerónimo; el primer piso, por dos cuadros de San Antonio de Padua y San Pascual Bailón; la calle mayor está representada por otro cuadro de proporciones mayores de la Inmaculada Concepción; y finalmen– te, el ático del retablo está formado por tres casetones que representan a Santa Clara, el Calvario y Santa lnés_l 51 2. Vida y ministerio de los capuchinos En esta villa de Ateca los capuchinos, en primer lugar se dedicaron a vivir su espiritualidad franciscana, dando prioridad a la oración, la pobreza y la vida fra– terna. Sus actividades apostólicas al servicio de la villa, como era costumbre en ellos, se pueden reducir a las celebraciones del culto, el confesionario, la predica– ción y la atención a los enfermos. Nueve religiosos capuchinos de la Provincia de Aragón fueron naturales de esta villa. 3. Nuestra Señora de la Peana La Patrona de la villa de Ateca es Nuestra Señora de la Peana, cuyo origen está muy ligado a los Capuchinos. Según dice el padre Alberto Faci en su obra «Aragón Reino de Cristo y dote de María Santísima": «Estaba esta santa imagen como escondida y casi olvidada en un nicho meti– do en el coro de la parroquia y queriendo el Señor manifestarla a su pueblo, valióse de la virtud de un Religioso Capuchino de su cony~nto de Ateca. Era este de singular y conocida santidad, y por ello muy venerado en Ateca. Vio este religioso sobre la Parroquia, una noche después de su oración, una luz admirable, pero ni con tanta luz vio el prodigio porque se le ocultaba; pero deseando que el pueblo pidiese al Señor más luz para que se manifestase lo que él no alcanzaba, fue al siguiente día a la Parroquia, y narrándoles lo que había visto, se dignó el Señor manifestar a muchos, que con aquella luz les quería hacer patente la imagen de Nuestra Señora escondida en su nicho. 5. Agustín Rubio Semper, Estudio documental de las artes en la comunidad de Calatayud, duran– te el siglo XVII. Instituto Fernando el Católico, Zaragoza, 1980, nº 747, Pág. 61-63.
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