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Arga: Por los hermanos legos capuchinos, me postro a los pies del convento, porque ellos son, lo mismo que los chopos, un bosque de altas torres, con la frente en el cielo, y los pies, en el barro y el polvo. Pobres y, sin embargo, ¡ cómo lo tienen todo! Entran los niños, recogen los periódicos, pero olvidan un ejemplar sobre el banco. Aparecen dos viejecitos capuchinos, que hablan y gesticulan sin ser oídos todavía. Uno de ellos trae consigo un Cronicón en el que lee y comenta luego. Se sientan en el banco. El segundo de ellos recoge el periódico y comenta su contendido. El Arga los contempla dulcemente. Arga: Vean dos capuchinos con un hato de historias a la espalda. Caminan arrastrando con dificultad la carga. Vivieron exclaustrados más de treinta años fuera de esta casa. . . Mírenlos: son dos sauces que ayer fueron un par de robles duros cabe el agua del río de la historia, y ahora se miran casi desrramadas sus vidas, sin gorriones ni hojas verdes, cansinos, aunque guardan capítulos de historia, bien maduras las bayas. Han vuelto porque quieren restaurar

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