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254 FrnEL ArZPuRúA DoNAZAR social dejando que sea éste el que, a la postre, ftje el nicho social a este tipo de opción humana. O bien, por el contrario, la VR puede preguntarse cuál ha de ser su colaboración específica al caudal social. En el paradigma anterior la colaboración iba por vía sanitaria, educativa, evangelizadora, espiritual, etc. ¿Se po– dría pensar en futuros distintos? ¿Se podría formular el papel so– cial de la VR aquí como amparadora y colaboradora de procesos sociales de humanización? ¿En qué habría concretarse eso? ¿Qué tipo de opciones comunes habría que tomar? ¿Decir esto es no decir nada? J. B. Metz decía hace años que la VR necesitaba una reformulación del componente político del seguimiento 24 • 4. Los procesos sociales de humanización serían aquellos caminos que van llevando a un pueblo a elevar el nivel de convivencia apuntando a la fraternidad como ideal. Esto supone la elabo– ración de conflictos históricos, el planteamiento de horizontes nuevos, trabajar por interconectar las evidentes bondades que anidan en las personas y en las instituciones. ¿Es esto soñar? 5. Por otra parte, y como hemos insinuado, se demanda un retraba– jamiento del componente místico de la VR en EH. ¿Cómo pasar de lo heredado a otra cosa en temas tan cordiales como la espi– ritualidad y la vivencia religiosa? ¿Cómo abrir caminos nuevos despertando el gozo por ello y no la condena a lo heredado? Pon– gamos como ejemplo el tema de la vuelta al Jesús del Evangelio: ¿cómo dar cancha a una comprensión más evangélica del fenó– meno de Jesús sin, para ello, tener que abjurar de lo recibido? ¿Cómo entender realmente que estos son tiempos buenos para volver a Jesús aceptando sin amargura de ninguna clase que, por evolución social y religiosa nos habíamos alejado mucho de ese estilo de Jesús? ¿Cómo podría la VR, que tiene alma de profeta, ayudar a las comunidades cristianas a dar este giro? ¿Cómo so– ñar una Iglesia en esa dirección? 24 J. B. METZ, Las órdenes religiosas, Ed. Herder, Barcelona 1978, 53.