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-270- del nacimiento de Jesucristo, puesto que el mundo vi– vió de su esperanza y vive de su doctrina y de su gra– cia. No caerá et pueblo cristiano en tan desastrosa abe– rración; puede vivir y vive en cualquiera atmósfera po– lítica; no hay gobernante cuyo poder alcance a mudar una letra del Evangelio, ni a condicionar su propaga– ción, ni a prohibir la palabra del Apóstol que habla en nombre de Jesucristo. Ni el Apóstol cometerá la im– prudencia de mezclar la Verdad eterna que te está en– comendada con nacionalismos e intereses políticos de~ formadores de su augusta misión, comprometedores de su persona para desprestigiarla, como intentaban des– autorizar a Jesucristo los insidiosos inquisidores so– bre la obligación política para con el César. La maes– tría insuperable con que salióJesús al paso del lazo ten– dido, será la pauta de cuantos en su nombre sean emba– jadores del Evangelio. Así se evitarán los conflictos con los poderes polí– ticos; no existe contradicción entre Dios y el César: e;xiste distinción irreductible, como entre la fuerza y el derecho, como entre el alma y el cuerpo, entre la con– ciencia y la opresión exterior. Por más que blasfemen los enemigos de la Iglesia, ella ha sido siempre respe– tuosa en sus funciones espirituales con los poderes constituídos; aun cuando los cristianos morían en el an– fiteatro, silbados por el pueblo enloquecido, la Iglesia empapada en sangre, rogaba por el emperador, y paga– ba los tributos, como por sí y por Pedro pagó el mismo Jesucristo; pero en tratándose del álma, de la concien– cia, el cristiano es inflexible; recaba la libertad-de su conciencia, no reconoce el poder político sobre sus
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