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-- 269 - fronteras y obediente, en lo temporal, a los poderes de la tierra. La obra de Jesucristo se implantó en el mundo al margen de toda política; no solicitó su apoyo ni rehuyó las condiciones materiales creadas por la organización de los pueblos; era y es la Verdad Divina que se acli– mata en todas las latitudes: era y es Dios, para quien las combinaciones políticas de los hombres son juegos de nifíos; no iba a apoyarse en ellos la Redención del mundo. La Iglesia esa política por definición: no está vinculada su existencia a ninguna forma de gobierno, ni su desenvolvimiento está limitado por fronteras mo– vibles, ni su floración en cuda hombre depende de ra– zas y de nacionalidades; como institución espiritual de derecho divino es supranacional, tiene carta de ciu– dadanía en todos los pueblos, debe informar las legisla– ciones de todos los gobiernos, así como el alma huma– na es la misma informando el cuerpo de un negro del Congo, corno el de un blanco del Cáucaso. El extravío del pueblo judío consistió en haber empequeñecido sus destinos que vinculaban su existencia con la llegada del Mesías, mediante el cual la denominación gloriosa de Pueblo de Dios, limitada a las fronteras de Palesti– na, sería propia de cuantos reconociesen la Revelación contenida en sus libros santos, y aceptáran al Reden– tor y Maestro cuyo reinado espiritual no tendría térmi– no en el tiempo ni en el espacio. Ellos se empefíaron en someter su religión, sus dest.inos espirituales a una polí– tica estrecha, partidista: forzaron los acontecimientos y se quedaron fuera del radio de la luz que ilumina a to– dos los hombres que vienen al mundo antes y después

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