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-263- corazón para acogotar al desgraciado deudor suyo, aunque usa las mismas frases que el ·dijo a su seflor. · Es un pecado tornarse por su mano la justicia que creemos tener cuando alguien nos ofende: ahí está el padre, la madre, el maestro, el misionero, las personas mayores que sabrán dar la razón a quien la tiene. Ya veis como el señor aque: de quiP.n habla el Evangelio el mismo .pidió cuentas a su éeudor: pero éste va y las pidió a su -compaflero como s: el seflor de ambos no pudiera fallar con justicia en el pleito que entre si tenían. Pero el muy malo pretendía que le pagaran por encima de todas las consideraciones: temía que su señor fuera con su compa– ñero tan bondadosc como con él )' declararse que no debía nada. Así son muchos niflos: ellos acuden a sus padres cuando saben que no tienen razón, por si acaso se la dan; pero cuando se sienten fuertes no quieren que nadie se meta con sus cosas:: ellos mismos las quieren arreglar a golpes y a gritos. Ya veis si son malos. Otros niflos tam• bien quejumbrosos andan siempre acusando a sus ami– gos y compafleros a a sus hermanitos. «Mire, papá, este me ha quitado aquella co~a que me dió usted: oiga, seflor maestro, este niflo me ha quitado la pluma; este me ha roto el libro; llega .una chica llorando a lágrima viva y diciendo eritre sollozos que la fulanita le insultó, la llamó fea, o le ensució e vestido; y así mil casos trágicos como éstos. Qué mal parece al Seflor, 1:11 Padre que tenemos en los cielos ese oficio diabólico de acusar a los demás; siempre viendo la pajita en los ojos del prójimo y las vi– gas que llevan atravesadas en los suyos no las ven. Aprended por tanto, a ser bondadosos con los que os ofenden, aun cuando os hayan daflado, aun cuando os deban alguna cosb, pedidla con moderación, sabed olvidar las ofensas: así cerno Dios olvidará las que vosotros le hacáis todos los días. ¿Ya os habéis puesto a pensar al-

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