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- 250- - cuenda las lecciones, en cuanto se os recuerdan ya es– táis tan contentos practicáadolas. ¿No es verdad? Es cierto que os gusta ver milagros, cosas maravillosas y raras, pero ese gusto se ve suficientemente satisfecho en las lecciones de historia sagrada, en las relaciones evan– gélicas de cada domingo, en las vidas de los Santos y en cuantas pruebas de poder y de amor ha dado y da el Sefior caJa día. Vosotros oís con placer cómo los ánge– les del cielo cantan por los aires la gloria del Nifio de Be– lén, y hacen de la media noche día esplendente. Voso– tros veis cómo los convidados de las bodas de Caná sa– borean el exquisito vino que sirven los criados a la mesa sacándolo de unas tinajas llenas de agua por orden de Jesús; veis a Jesús delante del sepulcro de su amigo Lá– zaro ya putrefacto, y oís cómo le llama y le manda salir afuera, y admiráis la gentileza con que sale vivo, sano y rozagante, y en cuanto le sueltan las mortajas, echar a an– dar delante de centenares de personas que habían venido a su entierro. Veis finalmente al mismo Jesús muerto, despedazado con clavos y azotes, embalsamado hacía tres días, salir de entre las rocas del sepulcro, sin ayuda de nadie, radiante de gloria, resucitado, y pasar junto a la guardia de ~oldados desmayados de miedo ante el mila– gro estupendo de la resurrección. Y viendo estas cosas decis que no es extrafio, porque siendo Jesús Dios puede hacer eso y mucho más, y creéis en El, y confesáis que siendo Dios no puede mentir ni engafiar a nadie. Cosa tan evidente como la luz. Pero, y aquí viene la trasfor– mación del niflo bueno en viejo travieso y anifiado para lo malo; muchos como vosotros llegan a los dieciocho aflos, a los ve.in te y ya no siguen los mandamientos de Jesús, ni creen su doctrina, ni reciben los sacramentos; y cuando se les reprende por ello, dicen que ellos necesi– tan ver cosas maravillosas hechas para su uso personal,
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