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-246- ticulannente. Las obras prodigiosas que se aducen para garantizar razonablemente la revelación y la autoridad de la Iglesia docente las rechazan como cuentos de ni– ños, partiendo del principio de que es imposible el mi– lagro: ¿qué argumentación podrá convencer a quienes comienzan por negar a Dios el poder sobre las leyesde la naturaleza, o a quien, antes de tratar con Dios, le piden los títulos que prueben que sabe más que Ellos? Por eso se ven tantos y tantos cristianos, embaucados por charlatanes sin Dios ni ley, sumarse a los infinitos que no se toman el trabajo de pensar, vanagloriarse de supropia ignorancia, de no leer los libros cristianos, y no obstante formar a cada momento tribunal para juzgar a Dios y erguirse ante El exigiéndole pruebas. Créense espíritus fuertes y son espíritus ignorantes: créense sa– bios y son soberbios; gritan pidiendo pruebas, como quien con los ojos cerrados, se queja en pleno dia de la obscuridad que le rodea. Argumento moral Tomemos nosotros para nuestro provecho el dulce reproche de Jesús al Régulo cafarnaita,y sabremos creer racionalmente a Jesucristo y a su Iglesia, sin preten– sión de mas demostraciones prodigiosas; ya hemos po– dido observar repetidas veces la resistencia del divino Maestro a usar de su Omnipotencia siempre y cuando el capricho de sus contradictores lo reclamaba; la falta de lealdad y de fe que tal pretensión representa, ofende a la Verdad infinita suficientemente manifestada.Jesús ha-
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