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-245- fante en el cielo y en la tierra, se oyen voces de cristia– nos que así mismos se llaman espíritus fuertes, por la obstinación de no rendirse a la evidencia y de rechazar las pruebas que han convencido a tantos sabios y santi– ficado a tantos santos. ¿Cómo no ha de ofenderse el Sefior de que los bautizados y adoctrinados por la Igle– sia no le crean sino le exijan, como a vulgar testigo, jura– mentos de que dice verdad, pruebas de que no engafía, sefiales de que es Dios? Injuria y no pequefia se hace a un caballero, a un sacerdote, a una persona respetable cuando se le pide un juramento, garantía de la verdad de sus palabras, fuera de los casos en los que el .bien público y la ley exigen la formalidad de la fe jurada. Pues esa injuria hicieron los galileos a su divino compa– triota al no creer sus palabras sino gHrantizadas con prodigios a capricho de ellos: y esa misma le hacen los que se llaman cristianos y le niegan el crédito que pro– digan a cualquier charlatán que les habla de las cosas del alma, de la eternidad, o de asuntos trascendentales del orden moral. Ya se lo había echado en cara a los judíos el Divino Maestro: ¡Yo os hablo en nombre de mi Padre y no me creéis; vendrán otros que os hablarán en nombre propio y a ellos les creeréis!» Así suc,ede a los incrédulos que viven en el ambiente saturado de la verdad cristiana y que la han profesado por el bautismo; llegan a dudar y negar fe a Jesucristo y a su Iglesia, y no aceptan el magisterio de los ministros de Dios, ni las pruebas apologéticas de la verdad católica, cien ve– ces pasadas por el tamiz de la crítica y compulsadas a la luz de la ciencia y de la historia, hasta que ellos mis– mos las comprueben y Dios se lo demuestre a ellvs par-

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