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-244- Argumento apologético Aprovechemos este caso típico para ver el alcance de las exigencias de los hombres ante Dios. El milagro así solicitado, es como un juramento de garantías im– puesto a la Verdad infinita por los sentidos humanos an– tes de rendir a Ella la razón. El Divino Maestro habíase anticipado a lo que tiene de racional la necesidad de pruebas de la divinidad de quien habla; pudo decir re– petidas veces a sus obstinados contradictores: «si mihi non vultis credere operibus credite»; era absoluta ver– dad quejesucristo comenzó a obrar antes que hablar; no solo en el sentido moral de la ejemplaridad intacha– ble y santísima de su inmaculada vida, sino también en el sentido demostrativo doctrinal de su divinidad. El dominio demostrado sobre la naturaleza y la sabiduría sobrehumana del joven galileo que no había estudiado, como lo decían despectivamente los sanedritas y fari– seos, debía haber bastado para escucharle con respeto y rendirse con buena fe a la evidencia de su misión; pero bien sabemos como fué tratado Jesús por los suyos, la pueril insistencia con que pedían a cada paso milagros y pruebas; bien vemos como todavía, después de cente– nares de afíos durante los cuales el mundo de la gentili-_ dad lo adora y lo aclama y se transforma en virtud de su palabra, de su sangre y de su gracia, el pueblo he– breo continúa pidiendo pruebas de la autenticidad del Mesías, y persiguiéndolo con protervia, y tratando de destruir su Obra inmortal. Y lo peor es que en esa de– manda injuriosa para Cristo, muerto y resucitado y triun-

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