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-236- servar apariencias de dignidad, mientras no llega la hora del desposorio final y eterno; en la Iglesia y aún en la sagrada Mesa Eucarística se sientan muchos indignos, engañan a los ministros de Dios, pasan por buenos, pe– ro su alma, desnuda de la vestidura de la gracia, está patente a los ojos de Dios. Terrible situación la de quien se llega a la Comu– nión en pecado; allí come su juicio y su condenación eterna; no se probó antes a sí mismo, no calculó la san– tidad infinita del Esposo que recibe, creyó que podría ofuscarlo con el oropel de una fe muerta, y se sentirá ,.m día rechazado por sacrílego profanador del amor de Dios, de la casa de Dios; reo de su Cuerpo y Sangre preciosa. Ya veis si es grave la admonición que se des– prende de la parábola. Ese vestido nupcial es la cari– dad, es la vida de nuestra fe, son las fibras que la de– muestran: si no las tenemos, nuestro fracaso, a plazo más o menos largo, es seguro: si las tenemos, avance– mos confiados entre los hijos de la Iglesia, acerquémo– nos ansiosos a la Comunión; pan es y no veneno: pan que nutrirá nuestra vida espiritual, que .consumará en la tierra nuestra incorporación a Jesucristo por el bau– tismo, y preparará nuestra definitiva asociación de amor y de goces en la herencia del cielo.
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