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-231- por vencidos; es indudablemente la vocación de los gen– tiles a la Iglesia, en substitución de los judíos llamados e invitados con tanta anticipación; así se ha formado el cuerpo de la Iglesia militante. Pero bien sabemos que no todos los llamados, han sabido apropiarse el espíritu de Cristo, no han permanecido animados del atmá de su Iglesia; no es este mundo mansión permanente, ni los estados espirituales se hacen firmes hasta pasar las fronteras de lo temporal y mudable; así sucede que los mas reacios a la vocación de Cristo son después quizá quienes mejor aprovechan el llamamiento y se santifican en su casa, mientras que otros, prontos en acudir, se cansan de su escuela y apostatan de su doctrina y se pierden. A estos últimos alude sin duda la parábola de hoy: a los indignos de la definitiva incorporación a Cristo por la unión Eucarística y por la consumación de esta unión en el cielo. Manteniendo las dos parábolas el mismo sentido inicial de exclusión de los judíos que se negaron a reconocer su tiempo, el tiempo que el designio divino les señaló para ser los primeros escogi– dos, el sentido consecuente moral· para los cristianos avanza la idea de la incorporación final y permanente que. trasciende los límites de la vida de la tierra. Con este sentido salió Jesús al paso del escándalo farisáico producido por la admisión en masa de los gentiles a participar de las promesas hechas a Abrahán, como si nada más tuvieran que _hacer para ser dignos del reino de Dios; y previene la presunción de muchos llamados a ocupar el puesto del hebraísmo, que pueden perder por su infidelidad a la gracia. Esta perjudicial presunción rebatía admirablemente San Pablo escribiendo a los

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